En esta ocasión me gustaría agradecer el interés que se toman dos blogueros por mis tonterías. Son "alguien" y "Paloma". Para este mes me he acordado de Quevedo. Todo un clásico, que destacó por su mordacidad e ironía. También porque, dice quién lo conoció, que tenía más cara que espaldas. Pero gracioso. Seguro que todos conocemos a alguien así. Como la poesía que he elegido es más bien cortita, te contaré una de esas anécdotas que seguro todos hemos oido y que protagonizó el ingenioso Quevedo.
Cuentan que un buen día apostó con sus amigos a que era capaz de echar en cara a la reina, esposa de Felipe IV, su cojera (Quevedo también tenía una leve cojera por una deformación congénita en los pies). Todos sus amigos apostaron contra él, ya que pensaban que no iba a traverse a tamaña descortesía ante tan alto personaje. Así que Quevedo cubrió todas las apuestas.
De modo que un día que tenía una recepción en palacio, vio la ocasión de ganarse aquel dinero. Ni corto ni perezoso, apareció en la corte con dos cajas de flores que había comprado previamente. Directamente se fue a la reina y se las ofreció con una gran reverencia mientras le decía ganando la apuesta:
- "Entre el clavel y la rosa, Su Majestad escoja".
Ni el propio rey escapó a su sorna como demuestra el hecho de que un día andaba Quevedo por la corte y el rey le solicitó que le compusiera algunos versos de esos improvisados para los que tenía gran facilidad. Quevedo quería que el rey escogiera algún tema y le dijo:
- "Dadme pie Majestad".
A lo que Felipe IV, que andaba gracioso ese día, en lugar de decirle alguna idea, estiró la pierna hacia él. Quevedo no se inmutó por el rey graciosillo y a ese gesto replicó:
- "Paréceme, gran señor, que estando en esta postura, yo parezco el herrador y vos la cabalgadura".
De modo que un día que tenía una recepción en palacio, vio la ocasión de ganarse aquel dinero. Ni corto ni perezoso, apareció en la corte con dos cajas de flores que había comprado previamente. Directamente se fue a la reina y se las ofreció con una gran reverencia mientras le decía ganando la apuesta:
- "Entre el clavel y la rosa, Su Majestad escoja".
Ni el propio rey escapó a su sorna como demuestra el hecho de que un día andaba Quevedo por la corte y el rey le solicitó que le compusiera algunos versos de esos improvisados para los que tenía gran facilidad. Quevedo quería que el rey escogiera algún tema y le dijo:
- "Dadme pie Majestad".
A lo que Felipe IV, que andaba gracioso ese día, en lugar de decirle alguna idea, estiró la pierna hacia él. Quevedo no se inmutó por el rey graciosillo y a ese gesto replicó:
- "Paréceme, gran señor, que estando en esta postura, yo parezco el herrador y vos la cabalgadura".
Y ahora sí, aquí va la poesía.
No digas, cuando vieres alto el vuelo
del cohete, en la pólvora animado,
que va derecho al cielo encaminado,
pues no siempre quien sube llega al cielo.
Festivo rayo que nació del suelo,
en popular aplauso confiado,
disimula el azufre aprisionado;
traza es la cuerda, y es rebozo el velo.
Si le vieres en alto radiante,
que con el firmamento y sus centellas
equivoca su sitio y su semblante,
¡oh, no le cuentes tú por una de ellas!
Mira que hay fuego artificial farsante,
que es humo y representa las estrellas.
Un saludo portillero.
3 comentarios:
Por alusión, ya me gustaría a mí, que todas las "tonterias" fuesen como las tuyas.
Gracias a ti!
Bueno fascinante, para descubrirse, de estas que se pone el teatro en pie, déjame decirte una cosa picha, este mes las bordao, mira que lo haces bien, pero este mes de Oscar.
TE FELICITO
BOYERE
Por la pequeña parte que me toca ¡GRACIAS! Esta sección a mi me tiene ganada desde el primer día, está genial!
Un saludo y ánimo :)
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