sábado, 12 de abril de 2014

Acuerdos y desacuerdos

Comentaba John Carlin  (al que recomiendo sin dudarlo) en uno de sus interesantísimos artículos, que al español le encanta indignarse, la indignación forma parte de la idiosincrasia del españolito de a pie y eso nos nutre en nuestro día a día, nos da motivos para despertarnos pero también, y lamentablemente, nos hace dormir poco.

Nosotros no vamos a ser menos. Se pone en marcha la negociación de un convenio y pareciera que nos meten en una olla a fuego lento. Los hay que se reblandecen en un momento y los hay que saltan en el borde escupiendo caldito hirviendo para todo el que se aproxime.

Cuando un compañero se sienta en una mesa de negociación lo hace representando a mucha gente, teniendo la certeza de que es voz y voto de muchas familias. Pensar que ese compañero se vende, se baja los pantalones... es no pensar. No pensar que lo ponemos nosotros, no pensar que nosotros somos responsables de ello y no pensar, sobre todo, que nosotros lo podemos quitar, de la misma manera que lo ponemos. Se vota, se elige y punto.

Para la mesa negociadora es infinitamente más sencillo el conflicto, algo a lo que, por lo demás, algunos están permanentemente adscritos. Es más sencillo enrocarse, no moverse y que se estrelle el que quiera. La negociación siempre es más valiente, llegas al cuerpo a cuerpo, pero te toma más tiempo, roba el tiempo a los tuyos y, encima, te pone en el disparadero y te hace ser criticado, menospreciado y víctima de comentarios negativos sin ton ni son. Ni que decir tiene que cualquiera de la mesa se cambiaría inmediatamente por cualquiera de los críticos, que cualquiera del comité estaría dispuesto a ceder su puesto a alguien demostradamente más útil. Pero eso, a los críticos, no les interesa, cuando el crítico se mete en el comité "cambia de bando" ya no puede actuar desde la tranquilidad de su sofa y así, nada cambia, él en su crítica y el comité criticado. Alimento fresco y permanente.

Del preacuerdo se pueden decir muchas cosas, buenas y malas, y de la suspensión unánime  (todos, todos los sindicatos la acordaron) de la huelga, igual. De todo ello cada uno sacará su opinión al respecto. Pero de eso se trata, de que saquemos nuestra opinión, no la opinión del prójimo, del que quiere que pensemos como él piensa.  Reflexionemos, preguntemos, hagámonos una composición de lugar y probablemente nos sorprenderemos. Estudiemos con calma la realidad y, después, decidamos, pero que nadie decida por nosotros.

Y a los oportunistas, a los agoreros y a los fracasados recién llegados, pues bienvenidos. Sentiros como en casa.

Un saludo portillero.

¡¡ Ah !!,  ¡¡¡¡ y a acudir a las asambleas !!!!

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